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DIABETES TIPO 1, LA ENFERMEDAD CRÓNICA MÁS FRECUENTE EN NIÑOS

La diabetes a nivel global se encuentra en ascenso y hoy se la considera una epidemia y en el caso de la diabetes tipo 1, se caracteriza por el déficit absoluto de secreción de insulina a nivel pancreático.
La insulina es una hormona anabólica, secretada por el páncreas que permite el correcto metabolismo de los macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas), productores de energía y de su reserva a nivel celular.
Además, la insulina actúa como un factor de crecimiento, estimulando la síntesis de tejidos a nivel corporal, su déficit no sólo genera alteraciones metabólicas, sino que impacta en el crecimiento y desarrollo de los pacientes, en edad pediátrica.
Causas y síntomas.
El diagnóstico de la diabetes tipo 1 tiene una relación inversa con la edad, a menor edad del paciente mayor dificultad y retraso en su detección.
En su etiopatogenia intervienen factores de predisposición genética que representan alrededor del 40% de su génesis.
Es una enfermedad multi-causal; sobre la predisposición genética actúan múltiples agentes, como virus, bacterias, alteración del microbioma intestinal, tóxicos, alérgenos (gluten/proteína de leche de vaca), entre otros.
Éstos a su vez generan una desregulación en la Tolerancia Inmune y este sistema no reconoce como propias las células Beta secretoras de insulina, del páncreas. Esto desencadena el daño celular y apoptosis de dichas células.
Esta situación puede ser evidenciada a través de marcadores inmunes de Anticuerpos que pueden ser detectados en sangre del paciente al debut de su enfermedad y que confirman su etiología autoinmune.
Esta alteración inmune representaría el 60% de causalidad restante para que se produzca la Diabetes tipo 1.
«En muchos casos un niño que padece diabetes tipo 1 no posee antecedentes genéticos directos, como su padre o madre, de esta patología. En algunos casos se encuentran antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes como vitíligo, celiaquía o hipotiroidismo. En general los padres desconocen esta predisposición hasta que la enfermedad se inicia», afirmó la pediatra Liliana Trifone, jefa de Diabetes del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez.
Se debe considerar, por ejemplo, en un embarazo en donde la madre tiene diagnóstico de diabetes gestacional, fue tratada con insulina o se trató de un nacimiento prematuro o con déficit de crecimiento, que hay mayores posibilidades de que el niño pueda desarrollar diabetes tipo 1 en el transcurso su vida.
Cuando hay déficit de insulina, la glucosa aumenta sus niveles en sangre, el organismo es incapaz de utilizarla como fuente energética y comienza la combustión (lipólisis) de las grasas para obtener energía.
Esto genera un exceso de ácidos orgánicos con producción de cuerpos cetónicos y su persistencia, junto a la hiperglucemia, puede desencadenar una cetoacidosis diabética, situación que, de no ser tratada oportunamente, pone en riesgo la vida.
«Hay algunos síntomas que el pediatra o los padres pueden advertir. La sensación de sed por parte del niño es un síntoma característico. En un bebé éste demanda más biberones o pecho, o posee un hambre voraz si es de más edad», comentó Trifone.
Entre los síntomas más frecuentes están, la sensación de sed (polidipsia), dermatitis en la zona del pañal, enuresis o micción frecuente (poliuria) y pérdida de peso brusca o repentina, estos son los llamados síntomas cardinales de la enfermedad.
La especialista indicó que «los padres deben estar atentos si el niño que controla esfínteres de repente deja de hacerlo, especialmente por la noche».
«En un bebé esto puede ser evidente si se deben cambiar con mayor frecuencia los pañales. Asimismo, la pérdida repentina de peso debe ser una señal para el pediatra. Un niño o bebé que pierde más del 10% de su peso corporal es una alarma y puede hacer suponer al pediatra el inicio de una enfermedad, entre ellas la Diabetes», agregó Trifone.
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En busca de un páncreas artificial
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«Los únicos dos tratamientos aprobados en el mundo para personas con diabetes tipo 1 son las múltiples dosis de insulina (basal/bolo) o bien el microinfusor continuo de insulina», señaló Trifone.
El primer tratamiento implica la inyección de insulina varias veces al día.
En la mañana se aplica una dosis que es de progresión lenta y que cubre los periodos entre comidas.
A lo que se agrega, cada vez que la persona ingiere alimentos, una nueva dosis de insulina de acción rápida según los valores de glucemia y los carbohidratos de su comida.
En el caso del microinfusor de insulina con Monitoreo Continuo de Glucosa integrado, este realiza una función similar a la del páncreas.
Mantiene una secreción constante de insulina, y el sensor va monitoreando los valores de glucosa cada 5 minutos y los muestra en la pantalla de la bomba.
Esto permite que se suspenda la administración de insulina si detecta que los valores de glucosa están descendiendo rápidamente.
El microinfusor administra insulina a través de un set de infusión que se adhiere al cuerpo y que administra la hormona de manera subcutánea.
De esta manera, el paciente evita colocarse inyecciones, además de contar con un monitoreo constante de los valores de insulina.
El microinfusor continuo de insulina posee la eficiencia, seguridad y eficacia de administrar insulina de manera constante, similar a lo que realiza el páncreas normal. Contiene un medidor que emite una alarma si los valores de glucosa se encuentran por debajo de lo aceptable generando una hipoglucemia.
«La adherencia al tratamiento es muy buena, el paciente disminuye las inyecciones generados por las múltiples dosis, comienza a tener un mayor control y a mejorar la función metabólica. Minimiza la hipoglucemia y la hiperglucemia gracias al sistema de predicción y monitoreo de los sistemas actuales», concluyó Trifone.
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Claves para acudir al pediatra.
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*Pérdida rápida y brusca de peso/Peso estacionario por más de un año.
*Micción frecuente.
*Sed o hambre excesiva.
*Enuresis o pérdida del control de los esfínteres por la noche.
*Dermatitis en la zona del pañal reiterada y recurrente.

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